domingo, 6 de diciembre de 2009

La Ira - 2º parte

Abrí los ojos, oscuridad, sólo oscuridad había ante mí. Un abismo de incertidumbre que me impedía poder dormir. Las sabanas pesaban, el fino camisón me apretaba demasiado, no paraba de dar vueltas en aquel colchón que tantas noches había conseguido hacerme descansar. Pero esta vez no había entrado en mí la morfina que me tranquilizaba y me hacía olvidar todo el estrés diario. Me levanté, echando las sabanas hacia un lado con desprecio. Dejé las zapatillas y me dirigí descalza hacia la ventana. Subí la persiana y corrí los cristales. Pronto mis pulmones se inundaron de aire puro, fresco, que, a mi pesar, quemaba mis entrañas. Parecía que nada de lo que hiciera conseguía quitar la angustia que tenía en aquel instante. Contemplé el cielo, no había luna, parecía estar la noche de luto, sin estrellas, sin nubes, nada. Eso me hizo recordar. Giré la cabeza hacia la mesita de noche. Allí la luz que entraba de la calle alumbraba mi móvil. Fui de nuevo hacia la cama. Me senté, miré fijamente hacia el instrumento que lo había ocasionado todo. Durante varios minutos permanecí inmóvil. No me importaba que el viento que entraba desde la ventana erizara mis piernas desnudas, ni que mi cuerpo pesara tanto por el cansancio que apenas podía mantener la compostura. En ese momento no me importaba nada. Extendí el brazo y cogí el móvil. Me introduje en el menú hasta llegar al destino deseado:

7:05 Por favor necesito verte. Ven a las 8:00 al Street Café.

Mis manos temblaron al ver lo que yo misma había escrito horas antes, al ver que aún así mi expresión seguía serena y tranquila. Volví a dejar el móvil en la mesita y me recosté en la cama mirando al techo. Como si lo visualizara todo de nuevo, comencé a recordar…>>

- ¿Qué va a tomar?

- Un Cappuccino con nata descafeinado, por favor. Respondí

Mis manos giraban la cuchara de una taza gris. Mis ojos miraban la espuma que sobresalía del borde, pero mi mente estaba llena de pensamientos, de cosas que perturbaban más y más a mí ser.

Noté una presencia que me resultaba familiar. Unas manos rozaron las mías y pronto alcé la vista. Miré aquella cara angelical que contrastaba con un aro en la nariz y en el labio inferior. Bajo unos ojos verdes, noté la preocupación que le había ocasionado mi mensaje. Lo contemplé como la primera vez; su cresta oscura con un mechón azul que hipnotizaba a cualquiera, una camiseta negra que combinaba muy bien con el verde militar de sus pantalones. Entonces vi la placa que le regalé hace ya tiempo, colgando de su cuello, en la que ponía

” Kaleb”…>>


martes, 1 de diciembre de 2009

La Ira - 1º parte

Reconozco Que tengo esto demasiado abandonado. Pero tampoco tengo porque justificarme, ahora mismo me apetece volver a escribir y por lo tanto escribo.

[Anteriormente en la historia de los 7 pecados capitales, la protagonista había encontrado el número de telefono de la camarera de aquella heladeria donde empezó todo y ella se estaba planteando dar una oportunidad a la ingenua chica...]

[1º Parte]
-Remember?


Es curioso , quien me ha visto y quien me ve. Lo mal que estaba hace un tiempo y lo bien que me veo ahora mismo caminando por esta magnifica ciudad para hacer algunas compras.
Como de costumbre observo todo lo que me rodea. Una multitud de gente camina por la acera junto a mí. Hay un chico trajeado hablando por telefono a mi derecha, una madre con sus dos niños justo en frente de mí, una pareja discutiendo a lo lejos...

Mientras yo miro escaparates, quiero comprarme algo para la fiesta de este fin de semana. Cruzo la calle cuando el semaforo está en verde y continuo por la acera de enfrente. De repente fijo mi mirada en una cafetería.

-He podido hacer muchas cosas, dije en voz baja. Pero no, he tenido que hacer esto, ¿porqué? No quiero decir que me arrepienta pero, ¿Por qué no otra cosa? Sin duda ha sido un acto consecuente de la rabia interna, de la frustración, de la ira.

En definitiva intentaba buscar algun vago motivo por el cual ahora miraba el Street Café y me sentia mal. -Debo salir de aqui.
Apresuradamente salí de aquel lugar y me dirigí de nuevo a mi humilde morada...