jueves, 10 de junio de 2010

Hay que hacer lo que es debido. Segunda parte

Cuando Damon se encontró recuperado y satisfecho paró. Notó que la muñeca de Elena estaba algo fría. Pronto se dio cuenta de lo que había hecho. Analizando la situación, no le quedaba otra que  ofrecerle su sangre y lo tenía que hacer rápido porque se encontraba muy débil, casi no podía escuchar sus latidos.
Una parte de él no era capaz de hacerlo, Joder si ya lo había hecho antes, pero aquella otra vez había sido por odio hacia su hermano, ahora era todo muy distinto, ella lo había salvado, había puesto su vida en peligro por él.
—Mierda Damon, olvídate de todo esto, seguro que si lo haces a Stefan no le va a parecer bien. Vale ese es un buen incentivo. —Dijo para sí mismo.
Le incorporó la cabeza a ella mientras se hacía dos incisiones en su muñeca para, más tarde, ofrecérsela. —Bebe. —Le susurró en un tono muy suave.
De pronto vio como Elena despertaba sobresaltada. Respiró aliviado. Por un momento pensó que la había perdido para siempre y si fuera por su culpa no se lo habría perdonado jamás.
Cuando vio que recuperaba el sentido, Damon apretó fuerte las manos contra su cara — ¡Pero serás estúpida! ¡Te dije que no lo hicieras!— Al escuchar aquello Elena abrió los ojos de par en par y lo miró durante un instante. Para Damon ese instante duró una eternidad, estaba tan pegado a ella que podía notar como recuperaba su aliento. Qué excitante era aquello, sintió unas ganas inmensas de besarla —Aún tendrá mi sangre en su boca. — Pensó. No podía dejar de mirar sus labios tan carnosos y dulces, quería probarlos de nuevo.
Cerró los ojos y respiró profundamente. — ¿Qué pasa, ahora no te interesa hablar?— No me encuentro bien — No me vengas  con esas porque mi sangre es de primera calidad. — ¿Qué? ¿Tu sangre? — ¿Tanto me odias qué prefieres morir a tomar mi sangre? — No es eso, es solo que… —Pronto notarás una euforia descomunal y te sentirás más viva que nunca. — Le interrumpió Damon.
Elena se incorporó, necesitaba tomar el aire. Se acercó a la ventana y corrió la cortina. — ¡No! — Gritó él. — ¡Ouch! Olvidé que no llevas el anillo. En un instante Damon había cerrado la cortina y se encontraba a su lado.
Entonces se le acercó apartando su pelo delicadamente hacia atrás. Puso sus labios en su oído y le susurró — Gracias— Elena sintió un escalofrío por todo su cuerpo, había sido el “Gracias” más dulce que jamás había escuchado. Se apoyó en la pared, empezó a sentirse nerviosa. Damon le dio un beso suave en los labios. Se apartó unos centímetros y la miró. Ella estaba con los ojos cerrados y notaba como su respiración se había acelerado. De pronto Damon sintió un deseo de arrancarle literalmente la ropa a bocados y poseerla allí mismo. La volvió a besar, pero esta vez fue un beso feroz, introduciendo la lengua en su boca y agarrándola por la nuca con fuerza.
 — ¡Para!— Dijo ella apartándose. Damon no entendía nada, y se lo hizo saber. —Pero a ti que te pasa. Hace un rato me has besado. — Sí, porque era la única manera de que entraras en razón— Respondió furiosa. — Vale, entonces el otro día ¿Por qué me respondiste el beso?—Elena lo miró perpleja, no sabía de lo que estaba hablando. — ¿Qué yo qué? — Si el día de los fundadores. — ¿Te refieres a la noche en la que me encontré a Katherine en mi casa? — Damon enmudeció. Joder ¿había sido tan astuto averiguando que John era su padre y no había atado cabos para esto? — ¿Estas diciendo que besaste a Katherine pensando que era yo? — Damon la miró y le soltó una de sus sonrisas de confirmación. Elena se sentó en la cama, ¿Cómo la había confundido con ella? y lo más importante ¿Quería besarla? — Entonces lo que Isobel dijo, es cierto — Le dijo ella. — No creerás a esa zorra. Cada palabra que sale de su boca es puro veneno. Elena estaba furiosa, frustrada. Pensaba que era su amigo, que la ayudaba por simple bondad. No, sólo la quería usar como un juguete.
Pronto lo odió. Se incorporó y caminó hacia él. — Así que, todo esto, todo siempre ha sido una artimaña tuya para conseguir algo de tu hermano que no puedes tener. Soy un simple juguete para ti. Me has engañado con toda esta historia de la amistad. Pues bien, mala idea, porque conmigo no se juega fácilmente.
Tras este discurso se giró y se marchó por la puerta, pero Damon la cerró de un golpe y le impidió salir. — Reconócelo, quieres pensar todo eso que has dicho de mí, porque no eres capaz de reconocer la verdad  y sabes muy bien cuál es.
En otro momento estaba dispuesto a que se fuera sin saber la verdad, pero ahora no quería que se largara de allí. — No vas a conseguir lo que te propones. — Le dijo Elena. — ¿De verdad  crees que todo esto es un juego? — Sí, lo sé. — Le respondió seriamente. — ¿De verdad piensas que eres un mero objeto para mí? — Le dijo Damon muy furioso. — Desde que llegaste te interesaste por mí porque le gustaba a Stefan, si no, no te hubieras enterado de mi existencia.  Así lo veo yo, viste a la muñeca de tu hermano y la quisiste para ti, simplemente para enfurecerlo.
 — ¿A sí? — Le dijo Damon mientras la estampaba contra la pared de enfrente sin delicadeza alguna. Se había pasado y ahora iba a pagar por sus sucias palabras. — Esto es lo que le hago yo a las muñequitas de mi hermano — Le dijo en un tono irónico. Le apartó la cabeza  hacia un lado y clavó sus colmillos en el cuello.
Elena gimió al notar el golpe en su espalda, pero el dolor era menor del que esperaba. Cuando notó el mordisco se estremeció. Alargó sus brazos y lo empujó hacia atrás apartándolo. Al parecer él no estaba recuperado del todo y ella tenía sangre de vampiro por todo su organismo. Lo que les hacía estar a igualdad de condiciones. — No me sorprendes con esto. —No he terminado. — Le dijo Damon en un tono grave.
Al instante Elena se encontró tirada en el suelo. Lo tenía sobre ella apretándole el cuello con fuerza. — No eres capaz de matarme, no después de haberte salvado la vida. — Dios como le estaba gustando todo aquello, estaba harta de que la tratasen como si fuera de porcelana y por una vez veía al verdadero Damon, sin nada ni nadie que lo cohibiese. Esta faceta del vampiro le estaba gustando demasiado. — ¿Quién ha dicho que quiera matarte?
Acto seguido la besó. No pensó en si ella quería o no, simplemente lo hizo. Elena lo rodeó con sus brazos y le respondió el beso.  Damon empezó a besar su cuello mientras la incorporaba, quedando de rodillas en el suelo. Ella le quitó la camiseta, que aún estaba ensangrentada y acarició cada musculo de su torso.
Pronto su blusa había desaparecido y sus cuerpos desprendían  un calor descomunal. Él empezó a besar su pecho. Elena se erizó al notar el roce de sus colmillos por el vientre. Sentía que aquellos pantalones la estaban agobiando, necesitaba desprenderse de ellos. Entre los dos hicieron  desaparecer el resto de sus ropas.
Entonces Damon le abrió las piernas bruscamente y le mordió en el interior del muslo. Elena se retorció hacia atrás y gimió. Sentía una mezcla de dolor y placer. No sabía si aquello estaba bien pero lo que si sabía era que no quería parar.
Mientras, Damon succionaba la sangre de su muslo. Introdujo sus dedos en el interior de ella, dejándola completamente mojada. Elena sentía que le faltaba el aire y respiraba muy rápido. No podía parar de gemir. Todo aquello hizo que Damon se pusiera cada vez más a tono. Apartó sus labios del muslo y se acercó a ella para besarla.
Cuando Elena notó su lengua ensangrentada se excitó al máximo. Lo empujó al suelo con toda su fuerza y se colocó encima de él. Damon notó que había despertado a la fiera que llevaba dentro y se le marcó una sonrisa pícara en la cara. Ella lo miró  fijamente. — Ahora verás de lo que es capaz esta muñequita. — Le dijo siguiéndole el juego. Bajó las manos por el vientre de él y comenzó a masajear su miembro. Damon se estremeció.
Entonces se lo introdujo en la boca y se empezó a mover arriba y abajo a la vez que lo miraba. Damon estaba sorprendido, se esperaba cualquier cosa de ella menos eso. Dios como le gustaba, tenía que hacer un gran esfuerzo por aguantar. Pero llegó un momento que la tuvo que parar. — ¿Qué? — Dijo ella. Pero sin mediar palabra la levantó a horcajadas y la estampó contra la pared. Elena rodeó sus piernas en su cintura e introdujo aquél gran miembro dentro de ella. Empezó a moverse y a gemir lentamente, acariciándole el pelo y colocando sus labios en la oreja de Damon. Él la ayudó con el movimiento agarrándola por su trasero. Elena se sentía exhausta, adoraba todo aquello y lo besó como símbolo de gratitud.
Pronto Damon notó como ella se inclinaba hacia atrás y soltaba un gemido fruto de su orgasmo. Le acarició el pecho con una mano mientras que la otra agarraba su cintura. Aquello le gustaba más de lo esperado. Pensaba que era pura lujuria, pero notaba que había algo más. La tumbó de nuevo en el suelo, quedando él encima y la penetró de nuevo con fuerza. Ella gemía con cada movimiento. Aceleró el ritmo, sus cuerpos sudorosos se movían al compás y se entendían a la perfección. Ya no pudo más y terminó dentro de ella con un gran gemido final. Tras un beso se incorporó y se dispuso a salir por la puerta diciendo — Ahora piensa en lo que acaba de pasar, y en cómo se lo vas a contar.